Reseña: «Deus Arrakis» , el álbum póstumo de Klaus Schulze (2022)

Por: Dante Rodríguez

La Escuela de Berlín vive a través del copioso legado Klaus Schulze y su Deus Arrakis, recientemente lanzado de manera póstuma. No llevamos prisa, pues es la obra del compositor excelsa por su naturaleza esporádica genuina. Como tal, esta es pensada para disfrutarse con el tiempo que sea necesario hasta interiorizarla.

Al señor Schulze, la pasión por la literatura de Herbert lo había influido —al menos en el ámbito personal del pasatiempo—, a lo largo de su vida como una semilla germinando lenta e inconsciente dentro de su ser. Una constante poco obvia pero evidente, teniendo como antecedente su propio Dune de 1979.

El señor Klaus sentía la especia y durante la etapa final de su vida tomó todo el tiempo del mundo para trabajar sobre la cosmogonía de la que es eje. Así, a lo largo de tres excelsas piezas, resultó una Arrakis bien lograda en su abstracción al lenguaje universal de la música, conservando la maravilla y la admiración por el imaginario y la creación. ¿Sería que la providencia había dictado que esta, una obra consagrada a un misticismo tan peculiar, sellará tan ejemplar carrera?

Tanto Osiris como Seth y Der Hauch des Lebens se aproximan más a la música ambiental que a la electrónica. Sin embargo, los sintetizadores, acertados en su ejecución, delatan la constante inigualable en la carrera del alemán, quien —contrario a otras formas de manejo de la contemplación— no se acerca al público mediante ganchos en la rítmica o exóticos efectos directos.

Osiris, siendo la más digerible, es la que más podría tenerse en cuenta como tradicional. Mucho de esto debido a una estructura un tanto más detallada. Hay una larga apertura que en cierta manera funciona como una aproximación a un lejano planeta. Incluso podríamos decir que es cercana al mundo de los soundtracks.

 En un vasto océano sonoro, lo que más vale son los detalles y las sutilezas. La música expuesta nos embarca en ritmos sin que apenas nos demos cuenta y luego nos deja suspendidos nuevamente en una fina capa de sonido, acompañados por un cello que repentinamente cobra protagonismo. Así, repleto el álbum con momentos como este que se pueden encontrar Seth.

 De un movimiento a otro, las transiciones son suaves, amables. De una pieza a otra, el panorama es radical. Seth, de hecho, se caracteriza por ofrecer un paisaje más orientado a la ciencia ficción de tipo psicodélico, con ruido para crear ambiente y sumergir al público en tormentas de arena masivas y envolventes.

También es la más electrónica así como también es la que más recurre a los recursos del crescendo, aunque este tratado con una elegancia cargada de sencillez que bien sería de admirar para muchos artistas de post-rock. Claro, es de esperar el lento desarrollo que pone todas las cartas a su favor, permitiendo la irrupción de algún efecto y de variaciones mínimas.

 Y antaño, en el tiempo que el vinilo era el soporte por antonomasia, tal vez solo las dos primeras canciones hubieran sido lanzadas. Pero en los tiempos que corren, la duración y las decisiones sobre lo que se incluye son más libres. Así que gana Klaus y ganamos todos con Der Hauch des Lebens, tercer y último track, que visto parece poco; pero escuchado es mucho más de lo que se puede contar sobre un estilo que depende tanto de la apreciación por parte del público.

 Esta última pieza enseguida se coloca como la más ambiental y atmosférica. Pero, aunque lo dicho sobre sus antecesoras se puede decir sobre está también, esta se ha convertido en el último aliento de Klaus.

La pieza se abre paso en un ambiente más experimental. Ya está en el límite de fundirse con el mundo que inspiró su concepción. No se trata de la epicidad, ni de la exploración. Esto es contemplación pura. En caso de leer la obra, el concepto que nutrió a Klaus, puede el escucha sentarse, acomodarse y tratar de visualizar en su mente un océano de arena. Quizás, si somos demasiado exigentes, podríamos calificar como un punto bajo el final tan abrupto que posee, pero tal vez así es el aliento de vida cuando se esfuma. Dejemoslo como una suerte de final abierto.

 Los escuchas de música electrónica y lectores acérrimos están viviendo el sueño dorado, gozando lo que es un broche de oro a la carrera de un grande. No sé sabe en qué consiste, tal vez por vocación, duro trabajo o una vida entera, pero Klaus ha entregado obras sin un ápice de pretensión. Puede ser que sea la fortaleza de un hombre disfrutando de la creación en su individualidad. Y como prueba definitiva, tendremos Deus Arrakis.

Este álbum no provocará indiferencia dentro de una discografía tan extensa. Lo que ya se tiene por bien conocido será un especial regalo traído de otro mundo. No hay mucho más que pedir, ni sobra en su exposición. No rompe las reglas ni las reformula. El buen gusto por las variadas posibilidades ambientales, armónicas y sonoras, sencillamente sigue ahí, sin decaer, convirtiendo al álbum en todo un logro.

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