Reseña: «Reimagining The Court of the Crimson King» de Todd Rundgren, “Un espectacular homenaje a King Crimson, con la colaboración de los mejores músicos de distintas eras.”

Escritor: Patricio Benítez


En 1969, Robert Fripp y su legendaria agrupación con Michael Giles, Greg Lake, Ian McDonald y Peter Sinfield, hacen florecer lo que sería el sonido por excelencia del rock progresivo, marcando un hito en la historia de la música y activando al panorama artístico como una enzima, generando una efervescente reacción en cadena. 


King Crimson, es el nombre que le corresponde al padre simbólico del arte que cada día profesamos en Nación Progresiva, y nos contenta de sobremanera poder revivir este sentimiento y poder reseñar esta reinventada versión de “The Court of the Crimson King”, llevada adelante por músicos de primera línea sacados de un sueño febril.

El recientemente inducido al Rock n’ Roll Hall of Fame, Todd Rundgren (mente maestra detrás de Utopia), se une a leyendas como Arthur Brown, Ian Paice (Deep Purple) y el ex-guitarrista de Megadeth, Chris Polonia, que son parte del núcleo duro del conjunto. Por supuesto, tenemos otros invitados de maravilla que llevarán las míticas composiciones del disco original a otro nivel, aportando personalidad y virtuosismo. El LP cuenta con la participación de diversos integrantes de Hawkwind, Steve Hillage, Jakko Jakszyk y el talentoso James Labrie de Dream Theater: una seguidilla de nombres que representan (casi en orden cronológico) a emblemas vivientes del género progresivo.

Rundgren nos brindan un homenaje bien rendido que logra amplificar las virtudes sin nunca opacar la belleza, manteniendo la solemnidad de los momentos más sensibles, ya sea en “Epitaph” o en “Moonchild”, pero también abrazando la distópica insanidad que refleja “21st Century Schizoid Man”, escogiendo a los músicos más adecuados para brindar estas respectivas sensaciones. Por ejemplo, el trabajo vocal de Labrie en “The Court of the Crimson King”, surcando un profundo mar introspectivo, resulta exquisito.

A nivel producción es irregular, no en un sentido puramente detrimental; las guitarras suenan siempre nítidas y cálidas. En el ámbito de las voces, algunas se mezclan espectaculares y otras extrañamente distorsionadas o difusas. Hay canciones que parecen grabadas en pleno 1969, aunque escuchemos por ahí secciones específicas que tienen un sonido moderno y nítido. Es extraño, pero encantador. No olvidemos que esto es una reinvención y no un disco de covers, ni de abaloria imitación. Lo antiguo maridando sin problemas con lo atrevido de la modernidad es parte de la identidad original del trabajo.

Las secciones agregadas funcionan a la perfección; a destacar la instrumentación del interludio de “21st Century Schizoid Man”, ¡Qué batería la de Ian Paice! Siempre al pie revitalizando los leads de guitarra y saxo. Y lo que suma también resta: han sido eliminadas algunas secciones experimentales que hacían del disco del 69’ un verdadero laboratorio musical. Ya no tenemos esas secciones complementarias de “Epitaph”, y “The Court of the Crimson King” ha sido reducida a la mitad de su duración. En lo personal, pensamos que este es un recorte inteligente que aprovecha lo mejor de cada canción (incluso si extrañamos esas rarezas).

“Moonchild” es una de las canciones mejor adaptadas. Aquí Marty Friedman despliega su magia en la guitarra permitiéndonos un estupendo disfrute instrumental. Aunado a esto, tenemos la voz de Joe Lynn Turner y el hipnótico bajo punk de Jah Wobble (PIL). La guitarra de Marty vuela en las secciones jazzeras entre intrincadas percusiones, teclados silenciosos y el constante repiqueteo del bajo eléctrico.

Todos los temas mantienen su personalidad, pero más importante aún; son interpretados con intención. Este jamás fue un disco para ser tomado a la ligera, “21st Century” es un verdadero grito de guerra esquizo, y así suena (también en la versión de Arthur Brown, presente al final del LP). “I Talk to the Wind” es tan pastoral y reflexiva como siempre, con la voz de Jakko que le rinde su tributo a Lake. Así “Epitaph” y “Moonchild” representan las punzantes ondas de mellotron, la incertidumbre y la desolación. Por último, al llegar a la corte nos recibe toda la epicidad que merecíamos y esperábamos, con un Labrie al máximo de su juego, dejándonos boquiabiertos (y cerrando alguna que otra en el proceso).

En este disco tenemos sorpresas que vienen del presente, el pasado y el futuro. Reivindicaciones de prestigio en la increíble performance de músicos con más de 50 años de actividad, manos amigas que vienen desde otros géneros o estilos y por supuesto una poética convergencia del rock moderno con el antiguo, colaborando en una obra que rompió todos los estándares del tiempo. Más que un tributo, una investigación retrospectiva del trabajo milenario de King Crimson. Lo que nos queda claro es que tanto en 1969 como en 2024, este disco es, fue y seguirá siendo siempre vanguardista y esencial.

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