Reseña de Fireworker de Gazpacho; los mandones del prog atmosférico explotan sus talentos al máximo

La escena del rock progresivo tiene un traslape grande con la del «art rock» (A Perfecto Circle, TPT, algunos álbumes de Porcupine Tree, Sigur Ros, Soup, etc). A veces se confunden por lo bien ornamentalizados y profundos que pueden ser tanto el prog-rock como el art rock; capaz y capaz de sonidos, conceptos y emociones circulan cada etapa de sus álbumes cuando son bien tratados esos géneros.

Sin embargo, hay bandas que sin pensarse dos veces están en ambas categorías y se jactan de ello. En otras palabras, toman conscientemente elementos del rock progresivo y lo inundan de toda la estética del art rock. Entre ellas se encuentra sin duda alguna Gazpacho. Ya con 10 álbumes de estudio y una trayectoria de décadas, los noruegos regresan con Fireworker. Una entrega sumamente ecléctica y abismal, su producción está fuera de serie. El concepto, además, es cultural y psicológico. En palabras del tecladista Thomas Andersen: «Hay una parte instintiva de ti, la cual vive adentro de tu mente, separa de tu conciencia. Yo la llamo el trabajador del fuego (`Fireworker´), o lagartija (`Lizard´) o el vaquero espacial (`Space Cowboy´)».

Empieza entonces la aventura con una pieza… ¡de 19 minutos! Claro, los fans de Gazpacho sabrán de antemano que esto es de esperarse con ellos. Sus canciones o piezas que en conjunto tan largos movimientos son algo común en casi todas sus entregas. Space cowboy nos sumerge desde el inicio a una cueva goteando. El piano se vuelve el guía melódico, las capas de sonido empiezan a aparecer, algunas de ellas nos acompañarán por el resto de la entrega. La dulce voz andrógina de Jan-Henrik Ohme nos transporta a la melancolía inicial del ¿Dónde estamos? ¿Qué debemos dejar, qué debemos hacer? Unos coros empiezan aparecer para después sonar gigantes, tal si estuviesen formados en una plaza anunciando un evento magno.

Las guitarras y cuerdas se hacen presentes ya en lo que nos recuerda que estamos escuchando rock progresivo. El ciclo se repite entre calmado y coros épicos. Un cambio súbito llega al mero estilo de Gazpacho, donde las cuerdas de Mikael Krømer se hacen presentes junto con bajos sintetizados que ponen la piel chinita. Voces en off, recuerdos, murmuros; todo se vuelve un delicioso sueño. Cabe resaltar que esta pequeña pieza fue el single que sacaron llamado Clockwork. Una tercera parte se viene con guitarras mucho más pesadas, arreglos más dramáticos para dejarnos caer en una calma baladezca en el final de una épica pieza de prog para la posterioridad. Sin dudarlo dos veces, cierran una vez más con los coros escalando en intensidad, una melodía deliciosa de sintetizadores dan una textura increíble y se cierra la primera parte del álbum. En un vinilo, esto sería todo un lado…

Descansando de las canciones de larga duración, Gazpacho nos regala tres ráfagas de historias sobre la nomenclatura del instinto que suprime a la voz, ¿o manda sobre ella? Hourglass empieza tranquila, nuevamente con un piano como líder de la melodía. Los coros y el violín son mucho más dóciles esta vez. Una buena manera de relajarnos antes de la apuesta mucho más intrépida de Fireworker. La pieza homónima tiene como eje ahora a la guitarra acústica con un sonido folklórico con riffs y armonías con la eléctrica. Una batería y cuerdas al estilo de música de cámara dan la pauta al ritmo cada vez más rico de la canción. Jan-Henrik ahora canta un poco más libre, con una lírica que personaliza al instinto al que le rendimos tributo.

La última de la triada de canciones cortas que une a las dos largas es Antique. Esta recuerda más a las canciones estándar de Gazpacho: una línea de bajo estable, un ritmo hipnótico y dinámico, guitarras profundas y cambiantes, teclados inmersivos. Ya con la mente en transe, llegamos al final. ¿Muy rápido? Bueno, no tanto. Porque es otra brutal obra de larga duración, ¡ahora de 15 minutos! Sapien, ser pensante que nos jactamos de ser; el lugar donde convive el instinto agresivo y la/él que piensa sobre éste.

Un inicio relajado lleno de las atmósferas y pads característicos de los noruegos nos llevan de la mano a experimentar el ocaso del álbum. Las guitarras después toman la batuta del sonido principal sonando más a rock que a otra cosa. Si pudiéramos tomar una canción de Fireworker que mostrase la evolución sonora de Gazpacho hasta hoy en día sin soltar a esencia que los distingue, Sapien sería sin duda alguna la elección. Una odisea sonora de inicio a final, la cual, si uno le da paciencia, puede ver lo hermosa que puede llegar a ser la música contemporánea en el ámbito progresivo. La armonía del teclado de Thomas Andersen nos hacen sentir el click estilo relojero de la guitarra mientras las cuerdas acompañan majestuosamente la voz y letra de Jan-Henrik. Y así, nos sueltan; dejándonos caer en el abismo de una fenomenal y bien ejecutada observación musical.

Entre lo que se ha visto del 2020, Fireworker es sin duda de las entregas más originales que han salido. Junto con Mosaic de Lesoir, How Do We Want To Live? de Long Distance Calling, Eupnea de Pure Reason Revolution y H+ de ALS, demuestra lo fresco e innovativo que avanza el género que tanto nos ha regalado. Esperamos que en un año como este al menos del lado del progresivo podamos continuar contentos.

5/5 Espectacular

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