Análisis Progresivo : Pescado Rabioso 2

Pescado Rabioso, Pescado 2, 1973

En ocasión del review del primer disco de Pescado, Desatormentándonos, se incluyeron los inicios de esta banda de Luis Alberto Spinetta. Como era costumbre por esas épocas del rock argentino, los músicos de cierto renombre, que no abundaban, iban paseándose por las distintas bandas, se peleaban, se volvían a querer, tocaban unos con otros; existía como una especie de clásico futbolero entre los que seguían a Luis y a Pappo (obviamente luego de que el primero se pusiera más “pesado”), y aquellos a los que les gustaba más el folk de Charly y Nito en Sui Generis. Obviamente estas eran cuestiones de la prensa de la época, y por supuesto repercutía en el pensamiento colectivo de la gente, mientras que ellos compartían escenarios, juntadas, charlas, mujeres, y demás cuestiones que no hace falta aclarar.

Yendo a la banda de Luis, para el final del primer disco incorpora a Cutaia para hacerse cargo de las teclas, y para el que nos toca, David Lebón reemplaza al “Bocón” Frascino en el bajo (si, en el bajo, y venía de tocar la batería en Color Humano). Con la formación completa, comienzan a grabar el segundo disco de Pescado en noviembre de 1972. Este disco sería doble, y Luis lo había pensado como un continuo: en la edición original en vinilo el primero se denomina Pescado, y el segundo, justamente 2, pero los temas están numerados del 1 al 18. Toda la temática del disco adopta esa postura filosófico-poética que caracterizarían a Spinetta, esta vez influenciado por Arthur Rimbaud.

Pescado Rabioso 2

El arte de tapa fue obra del hermano de Luis, Gustavo (como en Desatormentándonos) y el famoso productor Jorge Álvarez. La figura central es una especie de anguila con cara humana, y de su cola emergen unas corcheas. Abajo, y en una orientación contraria con respecto al dibujo principal, aparecen dibujados varios árboles, peteribíes; todo en blanco y negro. Dentro de la caja, los dibujos son más elaborados, todos con peces como protagonistas y con sus rasgos grotescos, exagerados, y predomina el amarillo (¿tendrá algo que ver con lo que Luis señala en Artaud que representa este color?). Son gráficos realmente geniales; mi ignorancia en el tema hace que desconozca si es una corriente artística en particular – tal vez algún lector puede ayudarme – pero si puedo dar algunos ejemplos de tapas con rasgos similares: Uomo di Pezza e Historia o Leggenda de Le Orme, Friends, Friends, Friends de Audience, y – uno fuera del progresivo pero que es espectacular – Captain Fantastic and the Brown Dirt Cowboy de Elton John.

Esta edición también incluía un cuadernillo de 52 páginas con todo tipo de información: letras, dibujos, fotos, instrumentos utilizados, marcas de las cuerdas, amplificación, es una locura. Es todo a lo que los fanáticos de los discos físicos siempre nos gusta ver y conocer. No queda claro quién es el autor, y deduzco que fueron varios, porque hay diferentes caligrafías, pero si que es un trabajo digno de admiración, todo hecho a mano*. Lo único que me llamó la atención es que tiene varios errores ortográficos. Claramente Luis quiso crear toda una experiencia completa para los sentidos, no solo música.

Ahora, en relación a lo estrictamente musical, la obra arranca con Panadero ensoñado, que resulta como una entrada en calor, Luis y David imitando una batería y una guitarra con sus bocas. Vaya uno a saber lo que les pasaba por la cabeza al haber grabado esto…..
Sigue Iniciado del alba, que arranca con la guitarra y el organo haciendo los bajos; este instrumento servirá de aglutinador del tema, entre los graves que reemplazan las cuatro cuerdas y los agudos que acompañan muy bien a la guitarra de Luis. La melodía es muy suave, te arrastra en un viaje como iniciático (está muy bien colocado el nombre del tema), pero no deja de tener fuerza. Fue grabado como trío, y cuando se incorporó David le agregaron las guitarras acústicas. Tal vez lo más importante es la letra, y la forma en que la canta Luis.

Luego viene Poseído del alba, que es una continuación del anterior. Aquí, más allá que la estructura es igual (Cutaia hace los bajos en el organo), tiene más potencia, tiene más ritmo, es más rock. La voz de Luis sobresale por pasajes, pero es difícil seguirlo sin tener la letra a mano; la temática también es un continuo. Resalta aquí el trabajo del tecladista: los bajos tienen una dinámica excelente, y los agudos son muy buenos.

Se pone aún más intenso con Como el viento voy a ver, con todos tocando una intro bien arriba, aunque corta y se vuelve un blues; acá ya David toca el bajo, el organo es más un acompañamiento que un elemento estructural, y Luis se destaca con la guitarra, que suena con poquita distorsión, y justa, con su sello. La batería también está bien, pero no se luce demasiado. La letra deja de ser “elevada” acá, pero está acorde al tema.

Viajero naciendo es el primer tema en donde se usa el piano, que lo inicia, junto con la guitarra de Luis. Se cantan unos versos, y luego ingresan el bajo y la batería, que crean un ambiente como de honky tonk o ragtime. Termina con cada uno haciendo lo que le parece en su instrumento, como un pequeño caos, y Luis repitiendo el final de la letra.

Mañana o pasado (u Hola dulce de viento), es un tema de David, y se nota mucho, tiene su impronta. Es una melodía lenta, tranquila, que él toca en la acústica; tiene algunos acordes de piano, y donde Luis toca el bajo, junto con la guitarra eléctrica, agregada posteriormente.

Se vuelve al rock con Nena Boba: se retorna a la estructura principal del disco, aunque la letra deja de tener esa poesía tan característica de Luis, es mucho más directa. Black se luce con la bata en este tema, mete algunos fills muy interesantes, y Cutaia y Luis hacen lo suyo con sus instrumentos. Un tema efectivo.

Rock de la selva madre arranca con unas bajadas en el organo, unos acordes en la guitarra y unos toques suaves a los platos para dar con el ambiente justo para este poema. Luis canta los versos, con los cuatro instrumentos muy bien acoplados, y se repite parte de la intro, con las bajadas. Luego se ingresa en un pasaje como de quietud, donde el organo hace una melodía tranquila, acompañanada de los platos de Black, y algunos sonidos, como el de una cerilla prendiéndose, pájaros, y algunos salidos de la garganta de Luis. Hecho este paréntesis, se repite nuevamente la intro, y vuelve la letra. La pasión que demuestra Luis cantando la hace realmente genuina, no se guarda nada. Después de un grito, viene un solo de guitarra que es la frutilla del postre; es admirable que con la guitarra casi limpia produzca esas líneas justamente tan impolutas: no necesita recurrir a distorsiones u otros efectos para crear solos inolvidables.

Le sigue Amame peteribí, que regresa a la senda más rockera. Se usa otra vez el piano, David en el bajo y en la voz acompañando a Luis. La batería de Black tiene un sonido interesante en los tachos, como apagados, sin resonancias, que queda muy bien. Cutaia se destaca en el piano, es el que lleva las riendas en este tema, aunque no falte el solo de rigor de Luis, esta vez un poco más sucio que de costumbre, pero lo compensa con la cantidad de notas que toca en el tiempo, que las hace bien distinguibles. La letra es corta y repetitiva.

16” de peteribí son justamente dieciséis segundos del tema anterior, que era el inicio del 2 vinilo, y servía de “enganche” entre ambos.

Continúa con Señorita (zapada), con una base simple en la batería, acordes sueltos en el piano, y Luis soleando, bien acompañado por David en el bajo, y como su nombre lo indica, surgió mientras hacian el disco.

Credulidad empieza como acústico, parece un tema sacado de un disco posterior del flaco. Tocan las guitarras él y David, y los acompañan Black y Cutaia en momentos determinados. Luis vuelve a cantar como si no hubiera mañana, y no quedan dudas que la letra y él son los protagonistas.

¡Hola, pequeño ser! probablemente sea la canción más rockera del disco; arranca con la batería bien arriba, el organo reventado (a lo Jon Lord), la guitarra distorsionada. Los cuatro se complementan de manera perfecta, y se extienden más de nueve minutos dándole sin piedad, con el acostumbrado solo del flaco, uno muy bueno de Cutaia, Black golpeando con todos sus recursos disponibles. En un momento se calman, unos dos minutos antes de que termine, creando un ambiente similar a las bandas más oscuras del progresivo italiano, repitiendo y subiendo la intensidad, con coros hechos por Luis y David.

Regresamos a la calma de las acústicas con Mi espíritu se fue, un tema del flaco y su ex compañero, el “Bocón” Frascino. Como en todos estos temas, lo que destaca es la letra, las palabras del flaco que quedan resonando en la cabeza, un verdadero poeta además de músico.

Sombra de la noche negra es de Black, y tiene el sonido de unos Deep Purple (sin nada que envidiarles), con la batería bien marcada, el bajo golpeando, el organo con distorsión, y una guitarra acorde.

La cereza del zar aparece como fuera de lugar, pero nada lo está con el flaco. Es un tema muy corto, pero muy hermoso, en donde tocan solo David y Luis guitarras acústicas, y también hacen los coros. Otra vez sorprende las maravillas que pueden hacerse con solo una guitarra y una voz.

El anteúltimo es Corto, que está hecho solamente en el organo por Cutaia, y las voces de Luis y David. En un tema así se entiende porque el organo es el instrumento más completo de todos, siempre que lo ejecute alguien a la altura.
Cierra el disco Cristálida (Aguas claras de olimpos), que también parece sacado de algún disco posterior del flaco. Arranca solito con su guitarra, y se le suma el piano de Cutaia, la batería y el bajo. Es el tema más complejo del disco, donde Luis se toma sus tiempos para decir lo que tiene dentro, sin ningún tipo de regla preestablecida; se me ocurre muy similar a Cantata de puentes amarillos, como una historia contada como el sabe. Presenta además unos arreglos orquestales hechos por Cutaia y Luis, y dirigidos por el primero, que aportan muy bien a la ambientación.

La conclusión que puedo sacar es que es una obra maestra, a la forma de Luis, o sea, sin forma, entiendo que eso la hace más interesante aun. El hacía sus discos, su música, sin importarle mucho el contexto, si no haciéndole caso a sus deseos, y por eso nos encontramos con temas disímiles en un mismo disco (o dos). Hay rock, hay temas acústicos, melódicos, poesía, sonidos extravagantes, y todo hecho con relativamente pocos recursos. Lo que resta es que lo escuches.
Músicos:

– Luis Alberto Spinetta: guitarras eléctrica y acústica, voz.
– Carlos Cutaia: organo y piano.
– David Lebón: bajo, guitarras y voz.
– “Black” Amaya: batería, percusión.

*Quiero agradecer al sitio La Nave del Rock Argento, dirigida por Paco, que publica cosas maravillosas, entre ellas, el famoso cuadernillo que acompañaba al disco.

Juan Ignacio D’Iorio

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